Los que se han subido conmigo a un coche sabrán que soy una abuelita al manejar, sobre todo al comparar con la forma de manejar promedio en Monterrey (la cual es intrépida y arriesgada, por no decirlo groseramente), es probable que nunca en la vida haya usado el claxon y pasarme un semáforo en rojo solo cuando paso por el centro de la ciudad a altas horas de la noche, ya saben, mi fobia a esa zona.
Hoy camino al trabajo me toco un semáforo en rojo y un señor enfrente evidentemente parado esperando el cambio del mismo por lo que yo seguía escuchando al Perro Infeliz Sacón en la radio, pero claro un personaje detrás de mi derrochando elegancia empezó a pitar una y otra y otra vez de forma constante y violenta, seguramente se venía zurrando o tenía prisa por llegar a las gorditas de doña yonni, ya saben cosas de vida o muerte que te ponen histérico.
El auto frente a mi abre la puerta y sale un viejito mentando madres por esa grosería cometida a la cual él intuyo que había venido de mi, se acercó a mi auto que era el mas próximo y le da una patada a la llanta, acto que me sorprendió y me espantó porque yo no había visto al señor salir del coche y acercarse porque yo andaba sabroseandome a una chava que estaba en la parada del camión por lo que mi concentración se encontraba en otro lugar, así que cuando lo vi a un lado puse cara de espanto pues tengo corazón de pollo y me asusto con facilidad (pregúntenle a mi novia como me pongo cuando me sorprende).
Como su servidor es una persona que le gusta respirar aire fresco y que descompuso su A/C hace unos meses tenía las ventanas abiertas así que el viejito se acerca y me empieza a regañar:
-A ver pinche huerco ¿Qué prisa tienes carajo? ¡NO VEZ ACASO QUE ESTÁ EN ROJO EL SEMAFORO!
-Pero señor si yo no…
-Aaaaaaa que la chingada, esta juventud de ahora, por eso esta pinche ciudad es un mugrero
-Pero, pero…
En ese momento el señor me manda a chingar mi madre un poco más sin darme oportunidad de réplica y se regreso a su coche.
Es poco probable que lo sepan, pero yo soy una persona que si lo regañan se ríe y si en ese momento me siguen regañando más severamente me río mucho mas fuerte y si me pegan también me empiezo a reír mucho y no puedo controlarlo (mi novia otra vez está de testigo de este suceso) así que todo esto genera que las personas se enojen más conmigo y se desata un bucle infinito.
Esta ocasión no fue diferente y en el momento que pensé ya estaba yo fuera de la visión del señor solté la carcajada no por grosero o irrespetuoso, pero es que así soy yo (no se que haré el día que me regañen en el trabajo). Al parecer el viejito si se percató de mi acto y me saco un dedo por la ventana, otra finura de señor.
Y cabe recalcar y recordar que yo el claxon ni lo había tocado. Que hermoso es Monterrey por la mañana, que hermoso es de veras.
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Eslem Torres Eriksson