13 de diciembre de 2014

lecciones de vida.

Hasta ahora sólo he cometido tres errores de los cuales me arrepiento.


El primero fue que, de más chico, quería con tantas ganas comprar unas cosas por Internet y no tenía el dinero, así que usé la tarjeta de crédito de mi mamá para comprarlo. Como no planeé que pasaría cuando llegaran las cosas no pensé en que excusa usar así que al final tuve que confesar.


El segundo fue mentirle a una novia que tuve hace años sobre la cantidad de mis parejas sexuales previas a ella, fue una onda de que pensé que era lo que ella quería escuchar y cuando le conté la verdad fue el inicio del fin, los siguientes dos meses la relación se fue en picada y múltiples intentos de recuperar lo que teníamos fue en vano.


El tercero y más importante fue no decirle a mi padre en vida lo importante que era para mi y cuanto lo quería y apreciaba. Me tomó un par de años después de que falleciera para darme cuenta que todas esas lecciones de vida que me daba y que yo renegaba por ser un adolescente tenían una razón. Cuanta razón tenia el viejo, cuanta razón tenía.


El primer error me enseño a ser realista conmigo mismo, no querer o pretender vivir una fantasía en la que no encajaba pero utilizar ese deseo de querer y transformarlo en algo que me impulsara a alcanzar lo que quisiera, que se volviera mi motivación. Con esto indirectamente aprendí al valor de las cosas y que el ganártelas le da un mejor sabor, el premio al final de la jornada. Disfrutar de pequeñas cosas, pero ganadas por ti mismo se ha vuelto una sensación adictiva y aun más la de planear que hacer o que realizar para poder adquirir eso que ahora no puedo comprar. Llegue, de una manera u otra, aprender a disfrutar el trabajo y la planificación del futuro.


El segundo me enseño a ser honesto, a que no ganas nada dándole a la gente por su lado y que el fin a veces no justifica los medios pues nunca podremos estar seguros de que mentir podrá hacer sentir mejor a otra persona. No podemos cambiar nuestro pasado, así que debemos estar con una persona que a pesar de ese pasado quiera estar contigo en el futuro. También entendí que para que una relación funcione se necesitan tres cosas solamente: Confianza, Lealtad y Sexo. Sin ningún orden en lo particular o mayor importancia una sobre la otra, estos son los tres pilares que mantienen una relación estable y cuando uno de ellos se pierde, la estructura no va a soportar el peso y se derrumba. Dejémonos de tapujos, el sexo es de los placeres que más disfrutamos.


A costa del tercero aprendí a no guardarme nada ni esperar al futuro para decir las cosas porque, tal vez, ese futuro no llegue. A veces pensamos que las cosas que sentimos están implícitas en nuestras acciones y aunque hay personas que se empeñan en decir que los sentimientos se demuestran y no sólo se dicen nunca está de más de vez en cuando decirle a tus padres, a tu familia, a tus amigos o a tu pareja lo cuanto que los aprecias y amas. Esto suena en exceso meloso pero lo agradecerás en el futuro cuando ya no puedas hacerlo. Comprendí en que no somos eternos y que la vida es demasiado corta para no hacer las cosas que te apasionan y si puedes hacer que eso sea tu estilo de vida y tu fuente de ingreso aprovecha la oportunidad. Carpe Omnia.


A pesar de estas lecciones me sigo arrepintiendo, pero una vez me dijeron que la vida se trata de tomar decisiones y aprender a vivir con sus consecuencias.

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