Una de las cosas que más me obsesionaban de la historia era que realmente jamás supimos si Beatriz en verdad existió, si fue una persona en realidad, fue un personaje que el mismo se inventó o era solo una metáfora que usaba para referirse a cualquier otra cosa y/o persona. Jamás lo sabremos.
Mi obsesión por encontrar a mi Beatriz es tanta que tengo un draft de una historia que nunca termine que, precisamente, se llama así, Buscando a Beatriz, la cual está inspirada en un capítulo que me pasó en la universidad, una ocasión muy random donde crucé las únicas palabras que alguna vez cruce con la que fue (y me atrevería a decir es) el amor platónico de mi etapa universitaria. Absurdamente creía que ese era mi momento dantesco el cual me inspiraría a escribir el próximo best seller que me inmortalizaría. Evidentemente no pasó o ya estaría nadando sobre billetes.
Los últimos días he estado pensando mucho, demasiado.
Sigo buscándola pero entendí que mi Beatriz no necesariamente es una princesa de carne y hueso, mi princesa puede ser cualquier cosa, es eso que me hace despertar por la mañana, es mi motivación, es la motivación que me hace querer saltar de la cama, enfundarme en mis típicas camisas de cuadros y decir hey tu faqin Lunes, me haces los mandados.
Esa es mi princesa, esa es mi Beatriz… y la voy a seguir buscando.
O tal vez ya la encontré, pero aun no era momento de inmortalizar la historia.
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