24 de enero de 2014

yiya y yaya.


De niño era bien bueno, unos dicen que todavía de adulto soy un bombón, pero las morras con las que he salido dicen todo lo contrario, así bien raro. 

Mis padres nunca batallaban conmigo más que en que era demasiado tempranero para dormirme y como reloj suizo empezaba chingue y chingue pasando las 8 de la noche con que ya me quería dormir, estuviéramos donde estuviéramos, lo que terminaba en yo durmiéndome en el asiento trasero del coche mientras mis papás seguían en la pachanga. Lo sé, era el alma de la fiesta. 

Esto quiere decir que también era muy tempranero para despertar, así que yo para las 7 de la mañana ya estaba brincando en la cama de mis papás de que quería cotorreo y comer algo, eso de tener hambre todo el día no se me ha quitado. Aun hoy mi primer desayuno (enfaticemos PRIMER desayuno) consistía en pan tostado acompañado en su momento con licuado de plátano y ahora por café. 

Tendría yo unos 3 años cuando una de esas mañanas agarré a mi mamá de malas (o cruda) y le pedí mi pan tostado. Ella hizo el esfuerzo de levantarse a pesar de estar tan cansada (o cruda) y me tostó dos rebanadas de pan y me las dio. Yo como el huerco pediche que soy me les quedé viendo, observando a mi enemigo y cuando ya no vi reacción de mi mamá tuve que levantarme y decir "no! yiya y yaya?" que en traducción quiere decir "mantequilla y mermelada". 

Yo la verdad es que no recuerdo en lo absoluto ese momento, pero como sigue siendo mi PRIMER desayuno del día siempre me recuerda mi mamá el yiya y el yaya y todos reímos mil.  

Es chistoso tener mañas que no se nos quitan ¿Cuál es la tuya? 

Nos estamos leyendo 
Eslem Torres

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