José estaba sentado en la orilla de su cama reflexionando sobre lo que podía o no pasar al enterarse de lo que decía ese sobre que tiene en la mano, solo distrayéndose para voltear a ver el reloj que colgaba en su pared con el ruido de cada movimiento de manecilla. Recordaba los exámenes realizados hace no mas de 2 semanas, entro en aparatos que en su vida había visto, le decían palabras que jamás había escuchado y el medico le platicaba lo que bien podía o no pasar dependiendo de sus resultados, cosas que su cerebro solamente procesaba como “señor, usted va a morir”.
Nunca en sus 55 años de edad la muerte había sido algo que le preocupara, al menos seriamente no, sabía que algún día iba a ocurrir, es el spoiler más grande de la vida, pero nunca fue algo que le quitara el sueño hasta ahora. Sentado veía el sobre cerrado mientras pensaba todo lo que se vendría al enterarse que, en efecto, iba a morir. Pensó como sería su vida cuando empezara esa lucha por salvarse, como lo tomaría su esposa, como lo tomarían sus hijos, sus hermanos, sus amigos, sus empleados.
Estos últimos se preocuparían mucho seguramente, más por el futuro de su trabajo que por el patrón en sí, andarían de lado a lado sin saber que hacer cual borregos sin pastor, haciéndolos también preocuparse por lo que bien podría o no pasar con ellos. No era una cuadrilla muy amplia, solo de obreros tenía no mas de 15 personas, 5 mas de personal administrativo y ya, sin embargo se los imaginaba a cada uno de ellos con la idea de que tal vez la empresa cerraría o cuando menos, recorte de personal, los veía llegando a su casa con las terribles noticias, viendo como la familia les decía “todo va a estar bien, no te preocupes”, empezando la misión de buscar un nuevo empleo y teniendo que aceptar cualquier cosa después de unos meses sin encontrar nada y la desesperación empezaba a llegar. A José le llenaba de angustia pensar en ellos y lo que bien podría o no pasarles.
Pensó en sus amigos el día de su funeral, llorando y recordando viejas anécdotas, la mayoría jocosas historias que hacían reír a los que las contaban, intentando quebrar un poco la tensión del lugar. Los vería juntarse con cierta frecuencia después de su partida, brindando y
tomando en honor al amigo caído, frecuencia que con el tiempo iría disminuyendo hasta llegar al punto que José fuera un viejo y vago recuerdo, tal vez bien atesorado por 2 o 3 personas de aquel grupo, pero no mas.
Vio al mismo tiempo a los Ramírez, ese par de hermanos que lo odiaban y al igual que sus amigos estarían brindando, pero ellos por la caída del enemigo. No los culpaba él también había servido una copa de su mejor whisky y una sonrisa picara se le formo en el rostro al saber que el maldito de Julián Ramírez, hermano de Alberto y Ramiro, había muerto en un accidente “merecido lo tenia el hijo de puta” pensó en su momento y lo repetía aun ahora. José no era una persona que tuviera enemigos o rencores con muchas personas, sin embargo la excepción a su regla sin duda eran ellos tres, algo que jamás se preocupo por ocultar.
Vio a sus dos hijos intentando tomar las riendas de su pequeña empresa, creía en que José, el mayor, bien podría seguir sus pasos, aun a sus 26 años tenía buena experiencia pues estuvo con él desde que inicio con la primera piedra de las instalaciones, cuando tenía solo 11
años, por lo que de una manera u otra estuvo toda su juventud entre las paredes del lugar, acompañando a su padre desde el inicio. Aun le faltaba ese colmillo en los negocios, pero era inevitable que tarde o temprano lo obtuviera. Le preocupaba Jorge, con 20 años no tenía bien una decisión sobre que quería hacer con su vida, él jamás lo presiono pero nunca lo dejo que se quedara sin estudiar, aunque en 2 años ya había cambiado 3 veces su carrera.
Tampoco fue muy interesando en meterse en la empresa familiar, era más bien un chico apartado de su familia como al parecer lo eran mucho los jóvenes de su edad, sin embargo sabía que al enterarse que su padre iba a morir se empezaría a preocupar por lo que bien podría o no pasar con él.
Aunque Andrea, su esposa, era una grandiosa madre, le preocupaba que la tristeza de perder a su esposo pudiera afectarle de manera de no saber cómo encaminar ahora a su hijo menor, por el grande no se preocupaba tanto pues ya se le veía con la madurez necesaria para empezar su
camino, pero Jorge no lo veía que, al menos pronto, tuviera intenciones de dejar el nido.
Pensó mucho en su pareja, todo lo que habían pasado, todo lo que se vendría ahora con su muerte ya anunciada, llorarían por supuesto pero aprovecharía esta oportunidad para despedirse, para realmente vivir, sabiendo que el fin está próximo no podían pensar en dejar las cosas para mañana, aun tomando en cuenta que podría luchar para sobrevivir ¿Cuánto más podría extender su vida? Y peor aun ¿Qué calidad de ella le aseguraba? Prefería pensar en que su fecha estaba decidida y así bien administrar su tiempo.
Andrea bien podría o no empezar una vida nueva después de su partida, confiaba en que era una mujer madura y por supuesto que lo amaba, pero no se cerraba a la opción de que, tal vez años después de su muerte, conocería a alguien casi tan bueno como fue él con ella, evidentemente no sería lo mismo pero no le gustaba la idea de que su amada esposa se quedara sola. La veía en el proceso del coqueteo, del “conocerse” y sonreía feliz pensando en que esa persona no lo sustituiría, pero la haría feliz.
José siguió y siguió pensando en el futuro, lo que le quedaba a él vivir y lo que bien podría o no pasar después de que ya no lo hiciera. La ciudad que lo vio nacer y morir cambiaria con el tiempo por supuesto, le gustaba pensar en que posiblemente la idea de los autos que flotan se haría realidad, algo que a José le hubiera encantado experimentar, odiaba los baches. Una ciudad donde andar en bicicleta y moverse por ella fuera posible, un lugar donde la gente fuera más cordial con el vecino. Sabía que era utópico pero le gustaba pensarlo.
Al final vio a su familia reuniéndose a 10 años de su muerte, su esposa con una pareja nueva sintiéndose casi tan feliz como lo fue con él, su hijo mayor haciendo maravillas con el legado que le dejo y a Jorge por fin encontrando su camino, sea cual fuese, haciéndolo sentir orgulloso desde donde José se encontrara.
Sonrió, volteo a ver el reloj, el segundero solo había hecho un movimiento desde la última vez que lo observo. Tomo el sobre y lo dejo en su mesa de noche, independientemente de lo que bien podía o no estar escrito dentro, él saldría hoy a vivir y fue lo que hizo.
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