Se tomaron de la mano Gabriel y Andrea, como un acto de reflejo al estar sentados en la parte trasera del taxi, mientras veía cada quien por su ventana. Después de un par de años y de compartir el taxi hacia el trabajo ya tenían un par de conductores conocidos y en este caso era Javier el que haría la corrida esa mañana para el matrimonio, no era coincidencia, él intentaba pasar por ahí a la misma hora los días hábiles, sabía que era trabajo seguro. Sólo los vio por el retrovisor y pregunto ¿A dónde siempre? sabiendo de antemano la respuesta.
Navegando por las calles de la ciudad, con la radio encendida escuchando una estación con música regional, la favorita de Javier había tenido la oportunidad de subir a muchas personas después de 5 años siendo taxista las cuales algunas le dejaban con historias que contar a sus hijos y su esposa pero después de llevar a Gabriel y Andrea a sus trabajos, al menos dos veces a la semana por los últimos 2 años, esta pareja nunca le había dejado alguna anécdota. Hablan poco, más como si pareciera una lista de pendientes que una verdadera conversación, en realidad sabía sus nombres por alguna vez que los mencionaron y estaba convencido que ellos no sabían el nombre de él a pesar de llevarlos al trabajo varias veces al mes y cuando no había nada de que hablar siempre miraban por su respectiva ventana, pero eso sí, Javier no recuerda un día en que no estuvieran tomándose de las manos en algún momento del viaje.
La primera parada era con Gabriel, todo recurrió normal, se despidieron con un beso y un te llamo en la hora de la comida más como protocolo que por ganas de seguir la conversación inexistente que hubo en el taxi. Al estar Andrea sola en el taxi con él la volvía la más social de la pareja, pero fuera de un comentario sobre el clima, de alguna noticia importante o algo que viera en la calle mientras Javier la transportaba no había mucha conversación. La ocasión que compartieron palabras más personales fue cuando recién había nacido su tercer hijo, la menor de apenas año y medio, y usando ese pretexto le preguntó a Andrea si ellos eran padres a lo que simplemente respondió no, ninguno de los dos queremos tener hijos, nunca más Javier volvió hablar del tema.
Al arrancar para el siguiente destino volvió a preguntar, por mera cortesía ¿A dónde siempre? Pero para su sorpresa Andrea le respondió que no y en lugar de decirle su destino solamente se molesto en decirle por donde ir, guiándolo calle a calle indicándole donde dar vuelta cuando tenía que hacerlo. Javier pensó que por fin esta pareja le daría una historia que contar.
Pensó en todo ¿la llevaría a un hotel a verse con su amante? ¿a la casa del tipo? Tal vez sólo iba a desayunar con algunas amigas o con algún médico particular ya que podría estar enferma, llego a pensar que a alguna clínica ilegal de aborto, recordando en que ellos no querían tener hijos. Las opciones eran infinitas pero su emoción e intriga por lo que pasaría era grande, enorme, era la sensación como cuando se suben parejas discutiendo e intenta ligar los cabos con la poca información que llega a recolectar durante el viaje, eso era su gusto culposo.
Unos 15 minutos después fue cuando por fin le dijo que parará se dio cuenta que era otro edificio de oficinas ¿Irá a ver a su amante en el trabajo de él?Pensaba Javier junto con otras tantas posibilidades. Andrea saco su cartera del bolso y mientras sacaba el dinero para pagarle le comento ahora estaré trabajando aquí, nos cambiamos de oficina así que espero haya aprendido la ruta para los siguientes viajes, se bajo del taxi y de metió al edificio.
Al final resultaron ser muy aburridos pensaba Javier mientras arrancaba el taxi buscando la siguiente corrida del día. No le gustó ese final de historia, así que se quedó pensando en que, en efecto, Andrea iba a buscar aventuras extra maritales.