A algunos nos encanta contarla, a otros les da algo de vergüenza y varios preferirían mejor no recordarla pero algo que todos los hombres tenemos en común es que la historia de nuestra primera vez en un congal suele ser épica.
Esos lugares míticos que imaginamos como un paraíso lleno de mujeres hermosas, con cuerpos voluptuosos y movimientos sensuales, además de estar listas para complacer todas tus absurdas y obscuras fantasías. Donde todo es alegría, felicidad, mujeres desnudas y música de Motley Crue. Los que hemos caído alguna vez en las garras de estos lugares sabremos que no es así, lo admito me han arrastrado a un tuburio mas de una vez, pero nunca he sido cliente frecuente, como varios miembros de los amiwitos. (¿Ya andamos quemando gente?)
Bueno les voy a contar mi historia que incluye de paso la razón de porque siempre me refiero a esa famosa calle de Villagrán como “El Tangatour” el cual generaría tiempo después el épico y solo hecho una vez “Bar-E-Ton” (próximo a renacer pero con otro enfoque más ad hoc).
Era una vez un joven inocente, educado, caballeroso y guapo llamado Eslem que se encontraba en sus primeros días por la gran y awesome ciudad de Monterrey en la cual tenía pocos amigos y conocidos, junto a un grupo de mas jóvenes menos inocentes, educados, caballerosos y guapos que nuestro protagonista fue a uno de sus primeros fines de semanas en esta loca ciudad. Quedaron de juntarse los compañeros de los cursos propedéuticos junto a otras personas desconocidas mas para ir a hacer un viaje cultural a la zona llamada como Villagrán, de la cual nuestro protagonista jamás en la vida había escuchado alguna vez.
La peregrinación salió desde la zona conocida como Ciudad Universitaria pues había algunos foráneos como Eslem que no sabían al lugar que lo estaban por llevar. Para cuando arribaron a la locación nuestro protagonista se tuvo que tragar su orgullo y ser parte del convivio social. El que dirigía la exploración era hermano mayor de uno de los compañeros del curso el cual al parecer ya era un miembro respetable de la comunidad del Tangatour pues muchos lo saludaban con confianza. No fueron lugares bonitos, algunos parecía que entre los requisitos era que las mujeres que trabajaran para ellos no debían pesar menos de 90Kg, tenían que tener forma de balón de básquetbol además de tener cara como si las hubieran golpeado y deformado al menos 3 veces. Exacto, no eran mujeres con las que te gustaría pasar el rato.
Al parecer solo fuimos de paso ya que nos dirigimos a otro establecimiento más adelante el cual parecía tener los mismos requisitos en sus empleadas, en el cual igual solo hicimos acto de presencia, vimos uno de los espectáculos (los cuales eran bastante grotescos) y seguíamos adelante, lo cual hicimos en alrededor de 6 locales. La noche no fue bonita, fue bastante desagradable, de entrada porque no sabía a lo que me enfrentaba (algo tenía que sospechar desde el momento en que vi que éramos solamente hombres saliendo de CU) y después porque en mis primeros fines de semana tuve que soportar este espectáculo.
Lo bloquee de mi mente por muchos meses, y creo que no es necesario decir que llegando a mi casa me bañe… dos veces… y llore.
Tiempo después regrese a un congal, aunque más elegante, de más prestigio y ya una vieja leyenda en Monterrey, un lugar llamado amnesia, del cual como dice el nombre, no lo recuerdo bien. Pero al parecer es de los favoritos del pueblo.
Esa fue mi primera vez en un congal, un lujar guerrerísimo, naco, sucio, posiblemente lleno de bichos, pero que sabrá Dios porque, es uno de los lugares que como hombre debes conocer al menos una vez… pero solo para jamás volver. Yo no lo he hecho ni espero hacerlo, a menos que sea para espantar a algún primito o sobrino para quitarle las ganas de regresar a un teibol. Y de la Expo-Sexo que me arrastro mi roommate el año pasado ni se diga, lo mismo pero en un lugar más grande.
Nos Estamos Leyendo
Eslem Torres Eriksson
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