26 de febrero de 2011

Un Martes Cualquiera

Era un día lluvioso, iba hacia mi departamento. La precipitación era exagerada, esas en las que te da miedo seguir manejando ya que no puedes ver absolutamente nada. Me orille unos momentos para esperar que bajara de intensidad, mientras aprovechaba y ponía ese disco de Ray Charles que escuche en casa de mi novia hacia no mucho tiempo; para mi mala fortuna ese mismo día que escuche este álbum ella y yo terminamos por decisión mía. No era algo que estuviera meditando mucho, mas bien podría asegurar que hasta fue espontaneo, la cosa se dio de la siguiente manera.

Yo llegaba a su casa que se encuentra, cabe destacar, a una hora de la mía. La esperaba como siempre en su sala mientras ella terminaba de arreglarse, para mí ya era normal, nunca en nuestros 8 meses de relación me había tocado que cuando llegara ya estuviera lista, aunque llegara 20 minutos después de la hora acordada. Mientras se seguía alistando le pregunte si podía prender su estéreo, para no aburrirme mientras ella terminaba, antes de que me contestara ya lo estaba encendiendo, en realidad no era pregunta solo era un aviso. Me acerque a la cocina para tomar un vaso de agua, para mi sorpresa lo único que tenia en su refrigerador era media cebolla, yogurt y unas pilas, no me preguntes porque yo también tengo esa duda.

Cuando me volteo ya estaba saliendo de su cuarto, se veía igual que siempre, hermosa para mi, pero la verdad sigo sin entender a día de hoy porque se tarda tanto en alistarse si siempre queda de la misma manera. Apagamos todo y nos fuimos a comer.

Yo ya tenía planeada la tarde, comeríamos en un restaurant que ella le gustaba mucho ir, a mi la verdad me era indiferente aunque no era de mis favoritos, lo que no me gustaba nada de ahí era que los meseros al querer dar un excelente servicio siempre estaban interrumpiendo las conversaciones con su “¿gusta algo mas?” y eso, aunque sea un excelente servicio, me molesta. En fin después de ahí pensaba en llevarla a algún lugar a pasear, quería ir a la pista de hielo ya que los dos somos muy torpes para ello y ver como niñas de abolengo con 7 años pueden lo que para un par de veinteañeros le es un reto.

Para terminar el día esperaba un karaoke bar. Yo canto horrible pero ella canta espectacular, es la forma en que hago que se sienta soñada; aunque a mi también me gusta hacerle segunda y treparme al escenario, aunque a mi de vez en cuando si me gritan que me baje.

Subimos al auto, en el momento exacto en que tome las llaves para encender el coche ella salto en llanto. Me sorprendió lo espontaneo del momento ya que al menos yo no veía una razón para ponerse así, aun no había hecho nada para que estuviera en esa posición. La historia era más o menos así:

Hace dos meses ella había conocido a una persona en su escuela, un compañero el cual le dio unas asesorías para una materia en la cual ella estaba un poco atrasada. El le explico como se debía y le ayudo mucho en otras materias también, ella estaba muy agradecida por lo que lo invito a comer como paga por su ayuda, de hecho ella me lo había comentado y para mi no era ninguna molestia ya que el le estaba ayudando a mi novia y lo menos que podía hacer yo era enojarme por ello. Además que yo no soy del tipo posesivo celoso. Hasta ahí la historia que yo conocía, después de la pequeña remembranza esto fue lo que agrego.

Lo que ella evito contarme fue que esa invitación a cenar fue en casa de ella. Que mezclaba vino, cena y música relajante e involucraba a ellos dos en la misma cama. Y por eso lloraba, porque no podía más con la conciencia.

Lo primero que hice fue salirme del coche, ir a su lado, abrir la puerta y bajarla. No, no era para dejarla ahí e irme enojado, ni para reprocharle algo y hacer una escena en media calle enfrente de su casa, al contrario, me porte de la manera mas educada y la abrace para calmarla, le dije que no pasaba nada, que arreglaríamos las cosas, que se tranquilizara, la verdad la imagen era enternecedora.

¿Y cómo no iba a serlo? Ahí estaba yo, abrazándola diciéndole que no pasaba nada mientras ella lloraba por contarme que me fue infiel una vez, o al menos eso quería creer yo.

La calme y nos regresamos a su casa. Yo no se para que se arreglo tanto si con todo el show que se aventó quedo como si se acabara de levantar, pero bueno eso no me toca juzgarlo a mi. Yo la verdad me encontraba excelente, sorprendentemente no tenia ningún pensamiento de agresividad, enojo, molestia, etcétera. Era un poco fuera del cliché, pero era como si me hubiera contado solo otra cosa más de su día a día, en cierto modo, hasta sentí un alivio. Ya después de tranquilizarla e insistir que todo estaba bien le pedí que fuéramos a comer, que había un porque para cambiar nuestros planes.

Todo tranquilo hasta el restaurant, ordenamos, empezamos a comer y platicar cuando de pronto por mi cabeza paso la idea de porque no me molesto lo que me dijo sobre serme infiel y fue cuando me di cuenta que en realidad no la quería tanto como para molestarme su traición, para ser sincero no la amaba, nunca se lo había dicho pero si la quería, aunque al parecer no tanto como para afectarme el hecho de que me engañara. Pare la conversación que estábamos teniendo y le dije:

“Sabes, creo que lo mejor que podemos hacer ahora es terminar, no creas que es por lo que me dijiste, bueno si pero no es enteramente eso, la verdad no, no estoy molesto ni me siento afectado por lo que hiciste, pero por eso mismo me estoy dando cuenta que la verdad no estoy tan interesado en ti como por lo que veo tu en mi. Por favor no me vayas a odiar, pero creo que lo mejor para ti es que terminemos, no quiero que siga pasando el tiempo y hacer esto inevitablemente pero meses mas tarde, si te quiero pero no como te mereces, creo que yo no corresp…”

En ese momento me echó el vino encima. Y esa es la historia de cómo me aventaron por primera vez una bebida en la cara. Sabes algo, no es tan genial como lo muestran en las películas. Obviamente se paró de la mesa, lagrimeando y con voz cortada, no dijo nada que valiera la pena recordar y me dejo ahí sentado haciendo el ridículo. Pero siendo realista ¿Qué más podía esperar?

La lluvia nunca se calmo, era molesto depender de algo que no puedes controlar en lo absoluto, me importo poco y mejor continúe manejando al fin ¿Qué era lo peor que podía pasar? No estaba más que a algunas calles de mi hogar y sobretodo fue bastante agradable tener un flashback bajo la lluvia, me saco una sonrisa, una historia que en su tiempo me parecía ridícula y penosa ahora me da hasta gusto contarla, claro está he cambiado un poco la historia para hacerla más chistosa, tal vez ya no la recuerdo igual pero al menos ahora puedo ver atrás, reír y decirme a mí mismo “ha que tonto eras en aquellos días”

1 comentario:

  1. Muy buena historia que nos cuentas. Tu último párrafo me recuerda lo que dijo Gabriel García Márquez: "La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla".

    Saludos.

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